Un tamborilleo aburrido y clásico sobre el escritorio donde me espera simplemente un vaso de gaseosa. El vaso me espera a mí y yo espero a otro contenedor, de sustancia mágica, droga de felicidad y otras tantas sanaciones espirituales que no vienen al caso. Pero para colmo el calor, el calor es algo que uno tiende a soportar muy bien cuando no está solo, la dupla -por alguna extraña razón científica que no me encargaré de develar- lo disminuye, aporta a la antientropía, o a la entropía, o a lo que sea que haga que el calor se vaya. En cambio, yo, solo, acá, y con calor, es terrible, innecesario, realmente. Porque nadie ni nada ni nadas me obliga a quedarme sentado sintiendo cómo el culo me transpira; nada me obliga a no prender el ventilador, para lo cual, primero debería traerlo de la otra habitación, detalle no menor.
En fin, no me quejo. No, eso es una solución fácil a un problema inexistente- porque quién me va a negar que quejarse en general implica la creación del problema mismo por el cual uno se queja-. Yo, Junior de las cícladas, lo acepto con total martirización, con un destino tal vez glorioso, y por alguna razón azul, bien y profundamente azul. Seré recompensado, o eso me gustaría pensar, en cuanto mi inmovilidad sea razón perenne de entendimiento, de comprensión, de dadivosidad, de entrega espiritual a la santa mantis cuadrupeda que me engulla.
Un tanto ritualizado, pero si no el calor se hace dificil.
Ezequiel
sábado, 9 de diciembre de 2006
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1 comentario:
Echu... No me termina de cerrar este texto, la verdad. El mix de palabras como "perenne" o "dadivosidad" frente a otras como "culo" no me termina de gustar. Muchas comas, tal vez. Pero no, es el texto porque las comas en sí me caen simpáticas. Creo que me fastidia notar que tu espíritu de quejoso incurable te hizo escribir esto. No sentí el fastidio de una tarde de calor sino el tuyo, que siempre está, jajaja. Faaa, habré sido constructiva o nada más una rompepelotas?
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