domingo, 3 de diciembre de 2006

Endecasílabo

Para Luz
00:04
Había tres o cuatro cosas que eran claras. Él no entendía demasiado toda esa maraña de incongruencias, pero intuía – detalles, eran detalles- que alguna razón había para que Cecilia no terminara una sola frase, eso estaba más que a la vista: la cosa no pasaba por ahí, el problema –si es que lo había- era otro. Ahora, qué quería decir eso, eso sí no podía contestarlo. Intentaba. Pero se le trababan las palabras, notaba una masa amorfa de sonidos que se le pegaban a las paredes de la garganta. El resultado fue único, unidireccional: dejó que se le escaparan algunas lágrimas. Qué le iba a importar llorar. Tenía ganas de putearla y abrazarla. Cecilia nada. Ella miraba la taza de café, el líquido negro estancado. No lloraba pero tampoco se animaba a mirarlo. F se daba cuenta -Sos tan predecible, nena, te conozco tanto – pensaba- no querés ver el resultado, no te querés hacer cargo.
Pero no, F no entendía, por qué, no podía ser. “Es así”, le dijo Cecilia. La miró, directo a los ojos –porque me la banco-; ella con la vista perdida en las uniones de las baldosas. De nada se hacía cargo, de nada. Ni de que eso fuera así, ni de que todo eso ya no fuera lo que era antes - como claramente la había escuchado decir a penas se sentó en la silla-. Además de haber proferido otro cúmulo de sonidos, otra cantidad amorfa – todo era amorfo entonces- de sonidos: que estaba confundida, que no entendía qué sentía, que el tiempo que habían estado juntos había sido hermoso, muy lindo – había enfatizado con poco entusiasmo el “muy”-, y que ella seguía disfrutando de su compañía, pero no como antes, porque ahora buscaba otra cosa, quería otro tipo – y F escuchaba ahora muy clarito cómo Cecilia había separado en sílabas cada una de esas dos trágicas palabras- otro tipo, insistió, de relación.
Lo más importante, lo que F no conseguía aclarar, era la forma. Veía cada una de las palabritas, las frases cortadas, los silencios y nada más. Imposible de separar, de catalogar algo de lo que mierda le estuviera diciendo esa pendeja – porque es una pendeja, sí, sos una pendeja de mierda que…
Fue insoportable y la taza de café se destrozó contra la pared.



00:03

Era un paso y otro y gente que se cruza - Me acuerdo de unos versos, algo que escuché en la secundaria En tanto que de rosa...- Y un sentimiento de apuro en la sangre y un árbol verde que refresca la Avenida de Mayo - pero no sé más, era algo aburrido, seguramente. Si no me acordaría- y Cecilia que camina tratando de agotar la cabeza – Hay que matar de a uno los pensamientos, cada idea que sale le pegamos con el palo de la inconformidad - y azucena - así seguía – y un paso detrás de otro por entre la gente, los autos y los árboles, el recorrido de la espera y azucena - verso patético; mi espera tiene nombre de calle, se llama Callao, pero nadie niega que también se llame F - En tanto que de rosa y azucena verso inmaculado de tiempo que es el principio de un todo, desde lucidez hasta oscuridad, es la sinécdoque de un sentimiento pervertido hasta lo más profundo de su sentido, el ocaso – Cecilia, concentrate, por ahora no se piensa- de lo arbitrario, de las – el palo, mi mano y las ideas, muy sencillo: un golpe rotundo y suficiente – de las luces rojas del aire - Cecilia y el hombrecito amarillo de la 9 de Julio enfrente. Cecilia y un mundo de gente caminando hacia ella, hacia el otro lado, contra ella como presagio de vidas encontradas –El análisis es innecesario, la cuestión es simple: todo principio tiene final y siempre hay que empezar de nuevo, pero por qué no evitar, eludir – En tanto que de rosa y azucena- de nuevo: por qué no eludir el cero, un numero interesante pero huible - Disfrutar tiene precio – Palo, ya te dije, seguís así y palo.
Cecilia llegó agitada y nerviosa a Callao y Perón. Tocó el timbre y tembló – temblar es una forma de decir, no es que realmente tiemble, no sufro ningún síntoma que implique – tembló cuando escuchó la voz de F por el portero.
-Soy yo, abrime- se escuchó decir.




00:02


Se despedían en la vereda de Avenida de Mayo y Florida, ella iría para “la casa”, como le había dicho, lo cual era lo mismo que decir que iría para la casa de F. M podía ver la escena: Cecilia hablando, confesando todo, sin mentirle, sin poder esconder la verdad; F mirando desconcertado, perdido en el pasado –nada de futuro-, lejos de intuir lo que en el presente estaba ocurriendo.
Si tardaba en despedirse es porque no se quería ir, no quería ni quedarse solo ni dejarla sola. Pero tampoco pretendía resolverle los problemas; todo tuyo, pensó. En fin, aunque quisiera, no se podía, ni se debía, ni nada. Ella tenía que hacerlo sola. Y se le nota un poco el miedo, o no, pero un poco de nervios – las manos frías, el juego con los anillos, la sonrisa por la mitad, los ojos que tiemblan-. “Yo tampoco me quiero ir”, le dijo. Cecilia lo miró. Debe estar pensando en F, pensó él.
M se acercó, la abrazó como si el mundo fuera una calamidad, una explosión de pecados que atrapaban al primer incauto que encontraban en la calle. Todo muy dramático, como corresponde a una despedida. Un beso largo y ya sin culpa. “Ánimos”, le salió. Parecía que se le había desprendido. Demasiado dramatismo, pensó.
Nos vemos, suerte.




00:01

La conversación transcurría entre miradas vivaces, sonrisas irónicas y mucha mentira. Se mentían poco a poco, probándose, con un tono bastante gracioso pero sabiendo que estaban hablando de algo serio, palabra que resonaba de fondo. Tal vez era una forma de esconder –de solapar- lo que estaba un poco mal hablar, porque las chanchadas se hacen pero no se cuentan en voz alta. Pero en definitiva no estaba mal por ellos, acá tampoco tenía nada que ver la vergüenza. El gran karma eran Aquellos – aquel, vamos a ser más concretos-. F estaba presente en los dos, eso no se discutía y para qué decirlo entonces. Ni Cecilia ni M lo mencionaban.
Pero era razonable, estaban preocupados por cosas serias. Cada uno trataba de avanzar sin pisar en falso, sin resbalar, sin caer. Los dos –ninguno más culpable que el otro- los dos daban vueltas, practicaban el tiro. No se daba a entender demasiado lo que se pretendía. Cada cual cuidaba lo que pensaba en ese mismo momento en el que el otro decía que no entendía mucho cuando en realidad ambos sabían todo. Se sabía que casi no hacían falta palabras, y por eso las usaban como desperdiciándolas. Era suficiente con las miradas de ojos con brillitos - ¿reflejo de los pensamientos del otro lado del vidrio?-; era suficiente con esas sonrisas entre nerviosas, irónicas, ingenuas y cínicas.
Pero bueno, M tuvo que hablar en serio, tenía que decirle a ella que no había sido un accidente-: lo pensé, la verdad es que lo pensé varias veces y quería hacerlo. También tuvo que decirle algo así como que medía las palabras porque no quería equivocarse -¿más?-, no quería creérsela-: no quiero hacer papelones.


En principio la respuesta fue una mirada. Después una especie exótica – y poco frecuente- de sonrisa que podríamos arriesgarnos a decir que no se forma en la boca, no es una simple arruga de los rasgos faciales, viene de algún rincón más profundo, más vital. Entonces, afortunada y necesariamente, una mueca de pensamiento: el labio inferior entre los dientes, otra sonrisa. Y por último lo que Cecilia contestó, algo que dijo o quiso decir, una afirmación, tal vez un “yo también” absoluto, en fin-: se lo cuento y listo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Echu... Me gustó mucho el cuento. Francamente, al leer que lo habías escrito hace tres años me sorprendí. Será porque las cosas que escribo yo caducan muy rápido. Volviendo... Me gustó mucho el cuento, me gustó la estructura, me gustaron varias frases que debería copiar y pegar así te muestro, pero eso lo podemos hacer por MSN. Me retiro, entonces. Hablamos, besos!

Anónimo dijo...

Me enteré por el post de Bian que lo escribiste hace tres años, más copado todavía, aunque hasta anoche hubo reescritura, no?..Me gustó mucho, en serio, lo leí dos veces, de arriba para abajo y de abajo para arriba...

La parte de "el labio inferior entre los dientes, otra sonrisa" es un agregado de este último mes?...


Besito nene!

S dijo...

Muy bueno el cuento -un poco a lo irreversible-, me sorprendieron los cambios de ritmo y (no se bien que)... gratamente sorprendido!!!

Ezequiel M. dijo...

Bueno, bien la aceptación hasta ahora. En cierta forma me alegra.
"el labio inferior entre los dientes" es parte de las cosas viejas. Lamento desilusionar.
Los cambios de ritmo son lo que personalmente más me gusta. Pero así y todo no me termina de convencer que todos los personajes son como más o menos el mismo.

Ezequiel M. dijo...

Me parece apropiado el comentario de la acción, a veces me voy de tema con la narración psicologista.
Y la edad es veinte años. Se notará mucho mi pendejismo?

Sigan con las críticas, gente, que me gustaron (y cómo no me van a gustar si casi no dijeron cosas malas, jajaja)