jueves, 15 de marzo de 2007

Castillo de arena

A Abelardo

No sé bien cómo empezó, pero luego de que Natalia se parara desparramando un par de tazas consideré que era momento de prestarle atención a lo que fuera que le estaba diciendo y a lo que ella me contestaba:

- Acordate de la playa
- Disculpame, ¿de qué playa estamos hablando?

De haber sabido el tema de la conversación tal vez podría haberme salvado de la mirada de tigresa hambrienta con la que intentó responderme. Debían ser las once de la mañana. Mis reflejos de hombre en peligro no pretendían despertarse aún, ni siquiera después de la tasa de café con leche y las dos medialunas. En efecto, lo notó (debo admitirlo, tampoco intenté disimular mi poco interés), porque quedó rígida con la mano en la puerta a medio abrir.

-La playa. Cuando me dijiste que todo lo que escribías era siempre pensando en mí. Que yo estaba en todos tus textos.

Yo, aclaro, soy un intento de escritor. Y por alguna razón que no creo recordar, probablemente el medio litro de vodka mezclado con jugo de naranja, yo le había dicho eso mismo.

- Me acuerdo - admití - pero si no me equivoco nos habíamos conocido esa noche, por lo que no podía estar hablando en serio.

Tampoco se podía llamar playa a aquel arenero. Por más que Natalia se hubiera encaprichado con construir un castillo de arena mientras yo le recitaba Girondo recostado contra un tobogán.
Claro que Natalia nunca estaba en los mismos lugares que yo, por más que estuviera a mi lado. Y aunque eso fuera una plaza cualquiera (aún no recuerdo cuál), para ella era San Bernardo o Mar del Plata.

- Te acordás - dijo Natalia-, bueno. La próxima vez que escribas yo voy a estar ahí.

La puerta, repentinamente sin Natalia, se bamboleó dejando entrar aire fresco de la calle. Esa, y no sin un sabor a interrogación, fue una de las últimas veces que la vi.
Volví a verla hace tres días. Hasta hoy no he escrito más que cosas sueltas en un cuaderno de hojas cuadriculadas. Algunos días se olvida que uno quería ser artista, como cualquiera se olvida de cepillarse los dientes antes de ir a dormir o llamar a una ex por su cumpleaños. De Natalia no, ni sus ojos verdes, ni su manera de caminar como si las calles se fueran abriendo para que pasara pero ella no le diera la menor importancia.

- Hola- dijo Natalia

Yo iba camino a sentarme en un banco de la plaza Las Heras y ella, sentada en el pasto en posición de loto, hacía dibujos en un cuaderno. Después, caminabamos por Libertador. Ya cerca de Retiro se desprendió de mi brazo para comprar un chupetín, y un caramelo de menta para mí. Vi otra vez su espalda angosta y sus caderas lo necesariamente más anchas. No son sus manos, ni su boca, ni sus piernas, ni sus tetas lo que define a una mujer. Todas las proporciones provienen desde sus cadera y, de acuerdo, su ombligo.

- Tomá - y me mostró el caramelo de menta en su mano - de los que te gustan
- ¿Y cómo sabés que me siguen gustando?

Separó apenas los labios como si fuera a decirme algo y desviando la vista siguió camino a la plaza San Martín. Pasamos la tarde juntos y esa noche dormí de nuevo con ella.

- No volví a escribir - le confesé

Estabamos en la cama, ella sentada con las piernas cruzadas jugando a tirar de los pelos de mi pierna. De alguna forma, sentí la necesidad de taparme y la corrí, tirando de la sábana. Por segunda vez separó los labios pero sin llegar a decir nada.

- O sí - le dije-, pero todos textos incompletos e inservibles. Y vos estabas en todos.
- ¿Te acordás de la noche que hicimos un castillo de arena en la playa?
- Sí, pero eso qué tiene que ver, Natalia. Además el castillito lo hiciste vos sola y eso no era una playa.
- El castillo lo hicimos los dos porque vos estabas en la playa conmigo. Y no me gusta que pienses que era un "castillito".
- Está bien. Igual, yo te estoy hablando de que tenías razón, la última vez que nos vimos.
- Sí, pero vos no sabés nada.

De todas formas, yo sabía. Lo supe esa misma tarde al encontrarla y tal vez desde que me dejó viendo su ausencia en la puerta del café.
Esa noche fue la última, también lo sé. Y sin embargo, no he dejado de escribir sobre ella.

14 comentarios:

S dijo...

Me gusto mucho el cuento o texto o noseque (Parece que en los comentarios hay que poner siempre algo chispeante e ingenioso, otra vez sera, por ahora no se me ocurre nada) Besos S

Anónimo dijo...

Hoy en el bondi estaba leyendo un cuento de Carver que me hizo acordar a este texto... Después te lo paso y te explico por qué.
Besos!

Micaela dijo...

Me gustó mucho E...es como unos de esos que hasta que no llegás hasta la última línea no te percatás de que tenés 5 ventanitas del MSN titilando en naranaja...buena señal..


Beso*

Ezequiel M. dijo...

Creo que puede ser bastante un cuento. Espero que les haya gustado, a mí me parece lindo.

E.

pd: S, vos siempre tan ingenioso

Anónimo dijo...

jejeje...miki tiene razón...msn y cualquier otra cosa q pueda haber en la pantalla desaparece hasta que termina el texto.

wow...es muy bueno...no sé si es cuento o qué, pero es muy bueno así que no importa...

Sólo la parte que dice "fue una de las últimas veces que la vi" y seguido "Volví a verla hace tres días" me parece que alguna de las dos frases está de más. Porque realmente es la última vez que la ve ¿no? no una de las últimas...Es sutil pero...

Ezequiel M. dijo...

No releí para fijarme si tenías razón, Natu, pero estoy casi seguro que el "fue una de las ultimas veces que la vi" es referido a la escena en el café, por lo tanto fue la anteúltima vez que la vio. Y la última, como corresponde, después.


Anyway... me alegra tanto respeto por el pacto ficcional.

E.

Micaela dijo...

Lo releí, y me di cuenta que lo único que no me gusta es el nombre "Natalia"..Pero bue, detalle al pasar...



Beso*

Ezequiel M. dijo...

También se puede llamar Romina, Melina, Melinda o Anastasia, Carla, Marisa, Rocío, Leticia o, por qué no, Casandra, Marina, Mariela, Mercedes (Merceditas le dirían), Débora, Delfina, Noelia, Nadia, Noemí o Nilda. Penelope, Priscila (o Pricila), Barbara, Vanina, Veronica o Venus, Viviana, Vicenta, Argentina, America, Lidia, Ofelia, Olga, Abril, Cecilia, Dafne, Daiana, Johana, Jésica, Jazmin, Gisella, Jimena (o Ximena), Katia, Karen, Kamila (sí, camila no), Felicitas, Fabiana, Ilda, Ivana, Inés, Ingrid...
O sea, si le querés cambiar el nombre me decís uno, porque la verdad que los nombres son una patada en las pelotas...

E.

Nini dijo...

Tan patada son los nombres que en general yo suelo no poner ninguno!!!
Para no estar metido con Abelardo Castillo, o que no ta haya gustado mucho lo que leíste ahora de él el texto te salió bastante bueno, eh.
Besos!

Ezequiel M. dijo...

Es un poquito incoherente la última parte de tu comentario, Nin... me extraña de vos...
No, pero sí, estoy metido con Abelardo, pero sobre todo con los cuentos, la novela me pareció un cuento largo no muy particular.

E.

Anónimo dijo...

Felicitas, puede ir Felicitas

Anónimo dijo...

Me gustó, me gustó.
Lo que no me cierra mucho es el último diálogo,no sé bien por qué...¿demasiado coloquial? pero está bueno el texto.


Y coincido en que Felicitas va bien.

Ezequiel M. dijo...

Felicitas... para mí es nombre de puta o de mina muy concheta... bueno, las mujeres dirán.

Y el último diálogo puede que no cierre porque no cierra, o porque debería escribirlo mejor... pero a mí también me dejó dudas, estoy de acuerdo, M.

E.

Anónimo dijo...

Muy bien, aqui hay alguien que escribe muy bien. Define escenarios, pone el ritmo del dialogo al servicio del contexto y no del texto en si. Los dialogos son un poquito hiper realistas, pero eso es solo una cuestion de gusto netamente personal. Me gusto lo de los caramelos de menta. Como variable de desprecio en la vida real puede parecer una boludez, porque basta con que le tiren los caramelos en la cara y se acaba la tension del conflicto, pero en el marco de la historia esta muy bien.
Cuando me dedicaba a la musica, siempre les decia a las minas que les habia hecho un tema que se llamaba Como Vos. Se llamaba exactamente asi, pero parece que nunca hacian la relacion verdadera y pensaban que si lo grababaa, se iba a llamar Carla, Maria, Etc.
Es lo que dije siempre, uno se mete en el arte para conseguir mujeres.