Yo soy una casualidad. Pero no intento remitirme a conceptos filosóficos para explicar cómo un ser puede ser o no una casualidad. Simplemente puedo afirmarlo, una casualidad se concretó en mí. La historia no es del todo interesante, digamos que se podría explicar muy fácil y sin embargo mi intención es simplemente desarrollar otra historia. El lector sabrá entender que es importante armar recursos para empezar un cuento, no porque sea real el terror a la página en blanco o cualquier otro estupidismo del escritor moderno bestsellerista –por cierto una muy buena palabra, casi denigrante, pero con intelectualismo doble-, sino simplemente porque empezar un cuento es necesario y hasta indulgente empezarlo bien. Y a mí me gustó la idea de remitirme a casualidades – que por cierto viene muy al caso-. Yo soy una casualidad dije, y hasta me permití escribir que tengo justificaciones mundanas, nada conceptuales. Es más, voy a contar para que se me crea desde un primer momento. Pienso decirles que se remite a algo de lo más sencillo como mis dos padres cogiendo. Sí, lo sé, imagen perturbadora cliché. Pero la cuestión es que afortunadamente yo no lo presencié, ni lo presentí porque en ese momento no era. Y es más, iba a ser gracias a esa imagen que tan denostada está. Principalmente gracias a esa imagen no sólo iba a ser sino que además iba a ser una casualidad. Eso es lo que mis padres me hicieron, ser una casualidad, casi una doble cualidad, una ambigüedad de algo monoexistencial. Y fue tan sencilla esa acción como calcular mal los días y dejarse llevar por el calor - aquel que nubla la mente, como quien dice-. Básico y puntual, mi papá lo repetía seguido, me pregunto si por angustia o por chiste. Pero nunca dejé de entenderlo: yo soy una casualidad. Podría no haber sido nada, podría no haber sucedido, no existir – y tal vez también por una casualidad, pero no ser casualidad es otra cosa muy distinta-.
Y si yo digo todo esto es por una razón – así suelen ser las intenciones -, así puedo afirmar: así como yo soy una casualidad, así la conocí a ella.
Y si yo digo todo esto es por una razón – así suelen ser las intenciones -, así puedo afirmar: así como yo soy una casualidad, así la conocí a ella.
Ezequiel
1 comentario:
Completamente de acuerdo con lo de la hoja en blanco y el bestsellerismo!
Aunque debo decirte que como persona cristiana pienso que las casualidades no existen, ergo, no sos una casualidad mi querido, más allá de como lo halla vivido tu papá!
El cierre...poético.
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