Entonces lo empujamos abajo del otro: lo hicimos rodar y lo ubicamos en su lugar. Lo habíamos resuelto, estaba igual que antes. Pero en ese momento sucedió aquello que quiero relatar. Él me repitió lo que había dicho unos instantes antes de que todo se desenvolviera y yo le contesté con las mismas palabras y el mismo claro tono de voz que antes. Eso dijo y eso dije.
Y fue brutal, apocalíptico, premonitorio: aconteció la mencionada catástrofe.
Sepanlo: estamos hasta las manos, desde el cuello hasta la punta de los pies; tapados de agua. Porque la inmundicia nos afecta -exige-. Probablemente descendamos a lo sutil si intentamos referirlo, acá no queda otra que experimentarlo: querer vivir para que te anden poniendo palitos en el camino, tirando histeria sulfúrica en la cara o, peor aún, proyectando la culpa.
Execremos nuestra bendita admiración a las costumbres y dividamos las aguas. La redención, y sólo la redención: seamos menos de lo que intentamos ser: seamos simples.
Ezequiel
miércoles, 8 de noviembre de 2006
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2 comentarios:
Me gustó la redacción del primer párrafo. El segundo me hizo acordar a la amiga de Mafalda, Libertad, a la que le gusta la gente simple por razones simples!.
Besotes!
Qué buena interpretación del segundo! me encantó, me siento contento por esa interpretación, Juli.
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