Ayer nos encontrabamos en Lanús, tierras mágicas, por cierto, con Juancito y sucedió lo sosprendente. Cerca de las dos de la tarde un humo mágico nos devolvió a la infancia lejana de las vacaciones interminables, los días de juegos, coca-cola y ventiladores. Instalamos la PS2 y sin respiro hicimos arrancar el cd para sumergirnos en un mundo de Zombies, monstruos y acertijos. El reto mayor, el desafío intrinseco de las viejas consolas de videos era poder terminar el juego sin tener que apagarla... luego no, existe la memory card y los días frente al televisor pudieron reducirse a una horita cada tanto. Nuestro desafío siguió los más profundos vestigios de nuestra infancia y nos dispusimos, SIN MEMORY CARD, a pasar el Resident Evil Outbreak. El día se extendió, el sol desapareció, los recreos para descansar se hicieron cada vez más cortos, los ojos rojos, el dolor de espalda, la noche se fue transformando en madrugada. Primer desventaja: haber enchufado la Play en la tele en la habitación de mi mamá... dos y media de la mañana pasamos el antepenultimo nivel, mi mamá se fue a acostar a la habitación de mi hermana, cuatro de la mañana, pasamos el anteultimo nivel. Las fuerzas eran pocas, fuimos a la cocina, tomamos agua y discutimos si seguiamos o cometíamos el peor pecado de un niño: dejar de jugar. ¿Quién quiere dejar de ser un niño?¿ Quién quiere abandonar los juegos, ser responsable, entregarse al trabajo?. La respuesta era clara, seguimos.
Cuatro y media de la mañana, cansados, casi dormidos, despatarrados en el piso mi mamá nos echó de la habitación. A veces no se puede volver el tiempo atrás.
Martín
Y jugar por jugar
viernes, 16 de diciembre de 2005
jueves, 15 de diciembre de 2005
Ciclotimia
Leandro se pasea, brutalmente, por los limites de la habitación, mirando siempre fijo hacia adelante. Intenta no flaquear, no mira a los costados. Se cuestiona brutalmente la cantidad de posiciones posibles en el sexo y la forma de desarrollarlas, pero ¿por qué se cuestiona?¿No debería, en todo caso, preguntarselas, intentar averiguarlas?¿O más aun, disfrutarlas?. No, él se cuestiona, simplemente, se cuestiona y camina sintiendo la alfombra azul que ya está un poco gastada. La alfombra sí la mira, pero a los costados nunca. Entonces Leandro toma una decisión, brutalmente, y arremete hacia el costado, la domina, la somete, la gira, la ahoga contra las sabanas y la penetra en, tal vez, la única oportunidad que tenga.
Pero no, Leandro nunca lo hizo, ni lo hará, porque él sigue caminando por la alfombra azul que cada día está más gastada, Leandro no, se cuestiona, pero no, toma decisiones, pero no... él no lo hace. Grita y se calla, sólo quiere dejar de caminar. Y, al final de todo, sólo queda llorar, cuando nada hay para hacer no queda más que llorar e ir alejandose lentamente hasta desaparecer.
Martín
Con el dolor de saber que nada me salva de vos
Pero no, Leandro nunca lo hizo, ni lo hará, porque él sigue caminando por la alfombra azul que cada día está más gastada, Leandro no, se cuestiona, pero no, toma decisiones, pero no... él no lo hace. Grita y se calla, sólo quiere dejar de caminar. Y, al final de todo, sólo queda llorar, cuando nada hay para hacer no queda más que llorar e ir alejandose lentamente hasta desaparecer.
Martín
Con el dolor de saber que nada me salva de vos
lunes, 12 de diciembre de 2005
Impresiones
Me olvidé todo, crema de enjuague, shampoo, jabón, jean, parlantes, cacao. Casi me olvido hasta el cepillo de dientes.
Luli me pide una lapicera y le digo que tengo, dice: estaba segura que eso no te ibas a olvidar (se ríe) lapicera y tu libretita. Tiene razón.
Un perro que nos ladra, cruzamos y nos sigue cinco cuadras ladrando, desde la vereda de enfrente. Miro hacia atrás mientras nos alejamos por una calle lateral, el perro nos mira desde el otro lado de la avenida.
Durante la mañana el sol te asesina, al mediodía se nubla, a la tarde el viento te vuela
Salimos y, como siempre, prendí la luz de la entrada. Volvimos y estaba apagada. No me acuerdo de haberla apagado. No faltaba nada.
Nos bañamos, comimos y salimos. Volvimos después de caminar y dar unas vueltas. Nos tiramos en la cama, me dormía. Luli fue a lavar los platos. El calefón estaba en encendido, con el gas abierto pero sin llama. Colgamos.
Compramos comida en "El lechón rengo". Tienen de todo. Pizza, pastas, carne a la parrilla, empanadas, pescado. Muy rico.
Los balnearios de Playa Grande están totalmente cercados.
Castigo. No más besos en la esquinita por un día.
En el barrio Stela Maris casi todas las casas parecen de cuentos. De piedra, techo a dos aguas y balcones con baranda de madera. Luli se emociona y habla de libros de cuentos con gnomos y de su tío Nestor.
Alfonsina Storni se hundió en la playa La Perla, qué poética.
Luli, como siempre, mira los tachos de basura y analiza los diseños. Habla de la Bauhaus (¿se escribirá así?).
Salgo a hacer las compras mientras Luli limpia un poco la casa. Parece una pareja organizada.
Hasta ahora me ganó al Chinchon tres de las cuatro veces que jugamos. Yo gané sólo una, claro, con chinchón, tenía 86 puntos y ella algo así como 10.
Luli no me deja leer en la playa. Yo me aburro porque ella busca caracolitos diminutos en los límites de nuestra lonita. Deja de buscar para que no la deje sola, deja de buscar sólo para que no lea.
Los lobos marinos son una maza.
Luli se enoja. Le molesta que cada vez que le pregunto su opinión, luego de decirmela yo le replique con un: ¿Vos decís?.
Martín
Wait till I come back to your side
We'll forget the tears we've cried
Luli me pide una lapicera y le digo que tengo, dice: estaba segura que eso no te ibas a olvidar (se ríe) lapicera y tu libretita. Tiene razón.
Un perro que nos ladra, cruzamos y nos sigue cinco cuadras ladrando, desde la vereda de enfrente. Miro hacia atrás mientras nos alejamos por una calle lateral, el perro nos mira desde el otro lado de la avenida.
Durante la mañana el sol te asesina, al mediodía se nubla, a la tarde el viento te vuela
Salimos y, como siempre, prendí la luz de la entrada. Volvimos y estaba apagada. No me acuerdo de haberla apagado. No faltaba nada.
Nos bañamos, comimos y salimos. Volvimos después de caminar y dar unas vueltas. Nos tiramos en la cama, me dormía. Luli fue a lavar los platos. El calefón estaba en encendido, con el gas abierto pero sin llama. Colgamos.
Compramos comida en "El lechón rengo". Tienen de todo. Pizza, pastas, carne a la parrilla, empanadas, pescado. Muy rico.
Los balnearios de Playa Grande están totalmente cercados.
Castigo. No más besos en la esquinita por un día.
En el barrio Stela Maris casi todas las casas parecen de cuentos. De piedra, techo a dos aguas y balcones con baranda de madera. Luli se emociona y habla de libros de cuentos con gnomos y de su tío Nestor.
Alfonsina Storni se hundió en la playa La Perla, qué poética.
Luli, como siempre, mira los tachos de basura y analiza los diseños. Habla de la Bauhaus (¿se escribirá así?).
Salgo a hacer las compras mientras Luli limpia un poco la casa. Parece una pareja organizada.
Hasta ahora me ganó al Chinchon tres de las cuatro veces que jugamos. Yo gané sólo una, claro, con chinchón, tenía 86 puntos y ella algo así como 10.
Luli no me deja leer en la playa. Yo me aburro porque ella busca caracolitos diminutos en los límites de nuestra lonita. Deja de buscar para que no la deje sola, deja de buscar sólo para que no lea.
Los lobos marinos son una maza.
Luli se enoja. Le molesta que cada vez que le pregunto su opinión, luego de decirmela yo le replique con un: ¿Vos decís?.
Martín
Wait till I come back to your side
We'll forget the tears we've cried
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