sábado, 19 de mayo de 2007
Algunas líneas...
Dibujé una línea para vos y la tomé con dos dedos, la enrollé alrededor de este papel y le hice un nudo. (Viaja ahora, creo, en una botella).
Me tocaste la mano y dibujé, entre temblores, una línea recta que te partía la cara. Pero no te dividiste, tu sonrisa seguía siendo una (lo sé, me sonreíste)...
Eran las tres de la tarde, nublado, desmejorando hacia la noche y con probabilidad de chaparrones. (Humedad 99%, presión no sé)... probé la lapicera, y dibujé una línea: -.
Es para vos, escribí después.
Dibujé una línea mirándote a los ojos, mostrando el negro vacío, mostrándote que era para vos. Pero entendí tu silencio y te contesté.
-No, no estoy seguro. No fue más que saltar la línea con un paso temeroso...
No, no, no, YO te lo agradezco a VOS... realmente.
jueves, 17 de mayo de 2007
La variedat
Y recomiendo para leerlas que le impriman cierto ritmo de recitado de la canción. Digamos, los espacios entre palabras o frases que tal vez no estén separadas en distintos versos pero que, si hubiera sido pensado para poema escrito, tal vez tendrian un blanco más grande que la simple separación entre palabras.
Música para pastillas
Flacas gimnastas de América.
Secas, austeras soviéticas,
muchachitas fatales en blancos
zoquetes chinos.
Son todas joyas, patricias de amor.
La más hermosa niña del mundo
puede dar sólo lo que tiene para dar.
Música para pastillas (¡rápido!)
y mucha cuchillería.
¡Pará, mi amor, esto está muy
Shangai!
Roqueros bonitos, educaditos.
Con grandes gastos, educaditos.
Emboquen el tiro libre,
que los buenos volvieron,
y están rodando cine de terror.
Aquí sigue una pregunta: ¿alguien sabe si esta letra es efectivamente para Soda Stereo como lo sospecho?. Recalco algo que me parece excelente si realmente esto es para Soda Stereo (o una ironía de la chetada, en fin)... "¡Pará, mi amor, esto está muy Shangai!" me parece soberbio.
Sigue otra más, respondiendo como corresponde a la tendencia Sexopática (sí, eso se escribe con mayúscula) de este blog.
Semen up
Que es para mi la mejor manzana
Su estilo desprecia mi soñar
Con ella soy rico, gratis
La veo casi como un demonio
Y rasco la alfombra por su amor
Saludable y católica
No le gusta que ande solo
Se ha montado en mi nariz
Y es para mi la mejor fruta
La veo casi como un demonio
Y rasco la alfombra por su amor.
De aquí dos cosas, primero "Con ella soy rico, grátis" y segunda "Y rasco la alfombra por su amor" que creo obliga a volver a leer instantaneamente "La veo casi como un demonio". Las razones más profundas las dejo al libre entender.
Y por último para sumar un poco a las contradicciones del mundo desde este humilde sitio, un videito para todos aquellos que leyeron hasta aquí.
¡DISFRUTENLON!
martes, 15 de mayo de 2007
A la señorita de verde
- Disculpe, señorita ¿usted sabe lo que me hizo? No, como va a saber, no tiene ni la más remota idea... pero eso no la redime, no se crea, esto me lo hizo usted, sí, sí: usted, que me ve con esos ojos marrones inabarcables. No mire para otro lado, usted me hizo este tajo, sí. Claro, cuándo, se preguntará, cómo hice yo para hacerle algo si sólo pasé por su lado sin siquiera rozarlo. Pues le respondo, señorita, desde el fondo de mi pecho, que la culpa es pura y exclusivamente suya. ¿Y sabe por qué soy tan drástico? porque estas cosas no se hacen, no, no se hace, es de mala educación. Pero tranquila, cámbieme la cara, no me mire con ese tono de voz que me envalentona más aún y no se lo recomiendo, señorita. Las respuestas ya llegarán a su debido tiempo y en las condiciones necesarias, estoy totalmente dispuesto a explicarle cada palabra que le he dicho aunque eso me lleve la eternidad... pero antes déjeme que me acerque, un paso nomás. Está bien, está bien, sé que peco en retrasar mis argumentos, pero míreme, no se dé vuelta, por favor, míreme… es muy sencillo, es su perfume. Ahí está la clave de todo, su perfume, sí, aunque le parezca raro. ¿Contenta ahora? ¿Está más tranquila? La noto aliviada, tampoco era para andar suspirando. No quiero ni pensar lo que habrá imaginado… dese cuenta que yo no soy un cualquiera, señorita. ¿Ahora me deja acercarme un poco más? Claro, claro, desde ya, tiene razón, yo lo dije: todo a su debido tiempo. Pero me entiende, ya sé que me entiende. Ahora le reitero: hágase cargo, le pido, de esta herida. Se da cuenta, ¿no?, se da cuenta lo profundo que ha llegado su perfume para decirme que debo hablarle indefectiblemente... tu perfume, si me permite tutearla, ha minado mi condición de hombre, me ha hundido una daga caliente en el pecho que sólo usted puede devolver a su funda… Me gusta su sonrisa… perdón, es cierto, tu sonrisa. Pero qué me dice, ¿está dispuesta a ayudarme? No, no me trate de adulador, está bien, se lo acepto: debo admitir que su vestido verde tiene un contenido afrodisíaco. De cualquier forma, ¿me permite invitarla con un café?
viernes, 4 de mayo de 2007
Cantares
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
..
Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...
.
Nunca perseguí la gloria.
.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...
.
Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten
de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
.
Golpe a golpe, verso a verso...
.
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país
vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
.
Golpe a golpe, verso a verso...
.
Cuando el jilguero no puede
cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
.
Golpe a golpe, verso a verso.
Antonio Machado
domingo, 29 de abril de 2007
aire y luz y tiempo y espacio
siempre estaba
en el medio pero ahora
vendí mi casa, encontré este
lugar, un estudio amplio, deberías ver el espacio y
la luz.
por primera vez en mi vida voy a tener el lugar
y el tiempo para
crear".
No, nene, si vas a crear
vas a crear trabajando
16 horas por día en una mina de carbón
o
vas a crear en una piecita con 3 chicos
mientras estás
desocupado,
vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de
tu cuerpo,
vas a crear ciego
mutilado
loco,
vas a crear con un gato trepando por tu
espalda mientras
la ciudad entera tiembla en terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego.
nene, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con esto
y no crean nada
excepto quizá una vida más larga para encontrar
nuevas excusas.
Charles Bukowski
domingo, 15 de abril de 2007
Baquides
El tejido de piel trémula dejaba adivinar contornos que al instante se reformulaban como una gran ameba caliente. Sobre el piso, el límite lo conformaba una figura circular un tanto irregular de telas y batas que nos rodeaba. A veces nos sorprendíamos absortos en el reflejo oscilante de las velas que al golpear contra el raso violeta formaba un cerco de rojos, amarillos y azules. La música rellenaba y acompasaba los movimientos casi convulsivos y en oportunidades espásticos.
Poco a poco nos fuimos convirtiendo en algo más que nosotros mismos. Nuestra transpiración emanaba hasta formar un gran charco. Convertido en río, navegábamos como una balsa hecha de fibras inquietas y poros latientes. Era el Aqueronte, y nosotros nos desplazábamos enredados y a la deriva. No pertenecíamos ni a un lado ni al otro, la amorfa embarcación de carne irrigada estaba destinada a hundirse. Y el agua que nos envolvía, salada y viscosa, se abastecía de flujos y semen, se evaporaba e invadía la habitación con olores agrios. Aún así nuestras caras se mantenían desconocidas, nuestra presentación era un cúmulo de piel resbalosa sin rostro. Nos diferenciaban el pelambre y las presencias o ausencias.
Se escucharon algunas palabras, alguien que por error o gusto perverso pronunció incoherencias. Pero lo que dijo no lo recuerdo. La respuesta represora seguramente llegó con dos pechos y dos pezones erguidos, o con una embestida silenciadora.
En pequeños grupos de dos o tres fuimos visitando las habitaciones oscuras; circulábamos como íntimos desconocidos, buscando las pistas mediante el roce de las manos en vanos intentos por descubrirnos. Pero las máscaras permanecían adheridas a nuestra piel, la mitad de nuestro rostro era un frío plástico nacarado, último resabio de lucidez y sello de un sagrado pacto de silencio. El resto nos trascendía, simple excitación por un arte mayor.
A medida que pasaron las horas algunos volvieron a vestirse y se retiraron sin despedirse. Otros, inagotables, persistían en su búsqueda. Al fin nadie quedó, y cada cuarto fue iluminado.
martes, 10 de abril de 2007
Gato negro
soy un tarado, un hipócrita, un desquiciado,
raro, excéntrico, bohemio.
Soy un iluso, un idiota,
soy un imbécil, soy un pedante;
un forro,
insensible, casi inhumano... soy un animal;
soy un rencoroso, un pervertido,
un sexópata, un cínico,
cíclico y rotundo sicótico.
Soy un ególatra y logófilo,
insoportable,
un revolucionario,
un burgués, un autócrata;
soy un pérfido, incestuoso,
un misógino, ácido, rebelde.
Soy un lego, un escritor fracasado,
un despótico, un neurótico obsesivo,
culpógeno.
Soy un nene lastimado,
un sujeto dividido.
Soy un irreverente, un perdido,
un heavy,
soy un hombre alado sin plumas,
un cáncer benigno, un desesperanzado,
soy un enfermo;
soy la peor persona y el mejor amigo,
soy un amante incansable,
soy una mentira...
pero quiero ser tu gato negro.
miércoles, 4 de abril de 2007
Sending out
La imagen más cercana es una especie de succión, o de intromisión repentina, depende de qué lado se lo mire. Claramente, aún no sé si aquello fue por acción del libro o por acción de ella, y posiblemente nunca lo sepa. Pero de cualquier forma, eso no implica que lo que presencié sea mentira, digo, no descubrir la máquina detrás de aquel resultado no refuta nada, por si se les ocurría intentar tratarme de embustero.
La cuestión es que yo no invento, de hecho, como notarán, soy un mal escritor que no puede escaparle a ciertos clichés al momento de narrarles. Lo más acertado para definirme sería lo que me dijo el doctor Masselli. Mientras tomábamos unas cervezas, el abogado me miró a los ojos durante un par de segundos y antes de romper el silencio miró hacia la barra.
-Hay personas que creen y personas que no, Acuña - dijo Masselli-, yo un día defiendo las leyes como sagradas y al siguiente las discuto como si allí residiera la razón de mi vida o mi destino.
Se le derramaba la espuma del vaso luego de haberlo llenado casi con violencia, y, no sin cierta torpeza, intentaba evitar que llegara a la mesa usando una servilleta de papel. Pena, limpia y llana pena. Eso era lo que me unía con Masselli, una cerveza, un bar y servilletas de papel con las que limpiarse la grasa de los manís e intentar rescatar la espuma de su caída cruel. Y si ese día logré entender por qué yo estaba con ese tipo que no me simpatizaba en absoluto y que, es más, me producía nauseas ni bien se sentaba en la silla de en frente, si yo entendí eso en aquel bar, lo que me dijo no lo entendería hasta hace unos días. Las cosas se creen o no, y las personas se dividen entre las que creen y las que no. Masselli y yo creíamos, tanto como para creer fervorosamente en ideales opuestos, días distintos, o incluso el mismo día.
No hay más que eso, los que creen llegarán hasta acá o tal vez ni siquiera estén leyendo ya... en cambio, los que ocupen el mismo bando que el patético abogado y yo, me permitirán que hable (lo sé, al final me dirán: sí, Acuña, usted tenía razón).
Pero todo esto no era nada, no por lo menos hasta que la vi esfumarse delante mío. Unas horas antes yo transitaba mi angustia constante y las calles del barrio de Montserrat. Debía ser el único hombre caminando en la ciudad, llevaba dos horas en un paseo sin rumbo y no recordaba haberme cruzado con ningún otro peatón. Las veredas se me presentaban, vacías y sucias, y por esa razón yo caminaba aún. Decidí salir a la 9 de Julio y luego hacia Córdoba. Los negocios estaban cerrados, ni un sólo kiosco. Autos no recuerdo, sé que vi. Buenos Aires tampoco estaba desolada.
Sé que no fue un sueño, verdaderamente estaba caminando y sobre todo sé que lo que vi después fue real. El saber es una cuestión de fe. Vi a la muchacha que leía sentada en el banco, agazapada contra el libro, tocando los cordones de sus zapatillas, con los pies un tanto levantados del suelo. El libro, y ella sumergiéndose, o absorbida, entrando al libro... O a las páginas. Ciertamente no lo sé, pero desapareció.
Y estoy seguro de que sucedió. Porque aún guardo el libro que tomé inmediatamente, abandonado y abierto como si lo hubieran olvidado sin leerlo por completo.
miércoles, 28 de marzo de 2007
Iluso
Iluso
Entre el iluso
golpe a mí
y el ensombrarse a mitad del día
el juego con los ojos
un refregar
con la mano
de trapo
Cruje
Y cuando se desarma, el reflejo
centellea, la calma
lúcida ves
un risible proceder de mimesis
y es
todo
¿y por qué?
locura
Se retrae
Detrás de aquella
no es dama
ni conjura de ilusión
el albor
desaparecido, soy
irremediable
tal vez un enfermo
Entre dos manos
que me esconden
la frente
los ojos
se apagan
¿para quién?
pecados deslucidos
Truena
Sombra de oscuridad,
Iluso,
en las manos tus ojos
partiste
jueves, 15 de marzo de 2007
Castillo de arena
No sé bien cómo empezó, pero luego de que Natalia se parara desparramando un par de tazas consideré que era momento de prestarle atención a lo que fuera que le estaba diciendo y a lo que ella me contestaba:
- Acordate de la playa
- Disculpame, ¿de qué playa estamos hablando?
De haber sabido el tema de la conversación tal vez podría haberme salvado de la mirada de tigresa hambrienta con la que intentó responderme. Debían ser las once de la mañana. Mis reflejos de hombre en peligro no pretendían despertarse aún, ni siquiera después de la tasa de café con leche y las dos medialunas. En efecto, lo notó (debo admitirlo, tampoco intenté disimular mi poco interés), porque quedó rígida con la mano en la puerta a medio abrir.
-La playa. Cuando me dijiste que todo lo que escribías era siempre pensando en mí. Que yo estaba en todos tus textos.
Yo, aclaro, soy un intento de escritor. Y por alguna razón que no creo recordar, probablemente el medio litro de vodka mezclado con jugo de naranja, yo le había dicho eso mismo.
- Me acuerdo - admití - pero si no me equivoco nos habíamos conocido esa noche, por lo que no podía estar hablando en serio.
Tampoco se podía llamar playa a aquel arenero. Por más que Natalia se hubiera encaprichado con construir un castillo de arena mientras yo le recitaba Girondo recostado contra un tobogán.
Claro que Natalia nunca estaba en los mismos lugares que yo, por más que estuviera a mi lado. Y aunque eso fuera una plaza cualquiera (aún no recuerdo cuál), para ella era San Bernardo o Mar del Plata.
- Te acordás - dijo Natalia-, bueno. La próxima vez que escribas yo voy a estar ahí.
La puerta, repentinamente sin Natalia, se bamboleó dejando entrar aire fresco de la calle. Esa, y no sin un sabor a interrogación, fue una de las últimas veces que la vi.
Volví a verla hace tres días. Hasta hoy no he escrito más que cosas sueltas en un cuaderno de hojas cuadriculadas. Algunos días se olvida que uno quería ser artista, como cualquiera se olvida de cepillarse los dientes antes de ir a dormir o llamar a una ex por su cumpleaños. De Natalia no, ni sus ojos verdes, ni su manera de caminar como si las calles se fueran abriendo para que pasara pero ella no le diera la menor importancia.
- Hola- dijo Natalia
Yo iba camino a sentarme en un banco de la plaza Las Heras y ella, sentada en el pasto en posición de loto, hacía dibujos en un cuaderno. Después, caminabamos por Libertador. Ya cerca de Retiro se desprendió de mi brazo para comprar un chupetín, y un caramelo de menta para mí. Vi otra vez su espalda angosta y sus caderas lo necesariamente más anchas. No son sus manos, ni su boca, ni sus piernas, ni sus tetas lo que define a una mujer. Todas las proporciones provienen desde sus cadera y, de acuerdo, su ombligo.
- Tomá - y me mostró el caramelo de menta en su mano - de los que te gustan
- ¿Y cómo sabés que me siguen gustando?
Separó apenas los labios como si fuera a decirme algo y desviando la vista siguió camino a la plaza San Martín. Pasamos la tarde juntos y esa noche dormí de nuevo con ella.
- No volví a escribir - le confesé
Estabamos en la cama, ella sentada con las piernas cruzadas jugando a tirar de los pelos de mi pierna. De alguna forma, sentí la necesidad de taparme y la corrí, tirando de la sábana. Por segunda vez separó los labios pero sin llegar a decir nada.
- O sí - le dije-, pero todos textos incompletos e inservibles. Y vos estabas en todos.
- ¿Te acordás de la noche que hicimos un castillo de arena en la playa?
- Sí, pero eso qué tiene que ver, Natalia. Además el castillito lo hiciste vos sola y eso no era una playa.
- El castillo lo hicimos los dos porque vos estabas en la playa conmigo. Y no me gusta que pienses que era un "castillito".
- Está bien. Igual, yo te estoy hablando de que tenías razón, la última vez que nos vimos.
- Sí, pero vos no sabés nada.
De todas formas, yo sabía. Lo supe esa misma tarde al encontrarla y tal vez desde que me dejó viendo su ausencia en la puerta del café.
Esa noche fue la última, también lo sé. Y sin embargo, no he dejado de escribir sobre ella.