-Vos la tendrías que haber visto, Ezequiel, -me dijo- o más que visto, escuchado. Uno de esos momentos en los que te sentís afortunado, che. Yo qué iba a pensar que la cosa era así. Porque viste, una noche más, una punta... jugaste una ficha, digamos, a ver qué salía. Y de repente te encontrás con una sorpresita atrás de otra y no cualquier sorpresa, vos me entendés.
-La verdad que no - le contesté - por ahora no tengo ni la más mínima idea de qué querés decir.
-Eso, ves, precisamente eso, qué se quiere decir. Las palabras, Acuña, las palabras, no siempre quieren decir, a veces simplemente motivan, te golpean... o sí te quieren decir, pero distinto. ¿Me entendés? A ver si soy más claro: cuando ella me dijo que nos fueramos a coger, yo por coger entendía eso a lo que estaba acostumbrado. No te quiero decir que estaba acostumbrado a coger, vos sabés que... bueno, en fin, lo que digo, y fijate vos que hay que andar explicando a veces, lo que digo es que yo por coger me imaginaba cierta cosa. Lo normal, vos sabrás.
-Eh, sí, lo normal, digamos
-Claro, lo normal... pero no, coger para ella era un dialecto distinto, una expresión distinta a la que yo me imaginaba. ¿Me seguís, Acuña?- me preguntó inquieto
-Creo que me volví a perder, pero vos dale.
-Pero si es muy sencillo, precisamente, ella se expresaba. Incluso podría decir que se expresaba más, mejor. Fácil, te pregunto ¿Qué tanto esperás que te hablen cuando vas a tener sexo?
- ehm... no mucho
-Precisamente, yo tampoco... en cambio ella ¡Me hablaba!, ¿entendés?, me hablaba sin parar.
- Empezá por el principio - le pedí
- El principio es estupido, el principio es el mismo de siempre. Un par de besos por acá, otros por allá, sacás una remera, te sacan un pantalón... ahí todo va muy lento, muy callado. El punto es cuando el ritmo se te acelera, ¿qué hacés vos? no sacás un pantalón sino que lo arrancás, te bailan las manos, como mucho te salen un par de resoplidos. Ella, hablaba -me dijo levantando las manos y las cejas - yo te podría decir que me daba indicaciones, pero vas a entender mal lo que te digo, no era precisamente eso. Me provocaba, me movía con las palabras, me lamía el cuerpo hablandome, me tocaba con lo que decía. Y no pienses que estoy diciendo que me tocaba el corazón, ni que tocó en lo profundo de mi ser... me tocaba, así clarito como te lo digo, yo sentía que ella hablaba y me estaba masturbando al mismo tiempo.
- Tal vez porque efectivamente te estaba tocando - le dije ya un poco cansado
- Vos no entendés, nunca me calenté tanto, jamás tuve una erección tan fuerte. Me volví una bestia, no pensaba, la escuchaba como si fuese una sirenita, pero de pelicula de Disney tenía muy poco - soltó al mismo tiempo que se sonreía
- Ah, vos me estás diciendo que te hablaba como en una porno
- Casi, pero no, porque era la forma, le cambió la voz, me hablaba suavecito, casi seseando y terminaba todas las frases con algún vocativo tierno... eso no pasa en una porno y vos lo sabés, me excitaba hablando, Ezequiel, me excitaba hablando, eso es. Pero no cualquiera lo hace, a vos seguro que no te pasó.
-No sé, la verdad es que no recuerdo
-¿Qué tanto te habrán dicho? como mucho escuchaste un "mmm", como mucho preguntaste casi con vergüenza "¿te gusta?" y te respondieron que sí.
- Eso puede ser
-Bueno, entonces no entendés lo que es que te exciten con palabras, ya te dije, era un dialecto propio. Un sexolecto, querido, ella tenía todo un sexolecto que desplegó a penas se calentó y con el que describía toda la situación desde lo que le gustaba hasta lo que quería. Y no sólo eso, sino que la inventaba, Ezequiel, hablaba la pantomima de lo que iba a ser y estaba siendo en ese momento tener sexo con ella. Me atrapaba entre las piernas con palabras, me gritaba el beso en la boca, me dialogaba los gemidos, me describía el orgasmo que quería que le diera, me sentenciaba a cogerla, me juraba el placer al oído, me bautizaba su pareja, su acosador, su violador, su victima, su esclavo, me condenaba a acabarle entre las piernas, me declaraba culpable de hacerla tener un orgasmo maravilloso. Era una escritora... una poeta del sexo - me dijo con una especie de mueca sublime - Pero no le hago justicia. Además, en definitiva, no vas a entender, porque no son palabras que se entienden, son palabras que hacen. El punto no es qué dijo, es qué hizo. Y eso fue cogerme hablando.
8 comentarios:
NAaaa!!!
chabooooon!!
sexolecto... buenisimo!
Acuerdo con Chichi:; "sexolecto"
quedó para la posteridad.
Es esa cosa de qué transmiten las palabras ¿no? que creo que para los que escribimos es tan, o a veces incluso más, placentero que el sexo.
Los sexopáticos siguen en el podio. Y, retomando lo que decía la otra vez, cada uno tiene su propio estilo. Está bárbaro eso.
Me gustó que fuera en forma de diálogo y que, aunque el narrador sigue siendo en primera (observo que te gusta o te sentís cómodo desde ese enfoque) esta vez los hechos le suceden a otro.
Muy buen texto e incluso divertido por momentos.
Disculpen, sé que no ha sido un muy buen sexopático, pero se me están acabando las ideas. Jaja.
Vamos a ver si en la costa se me ocurre algo...
Yo creo que lo del sexolecto fue lo único que me gustó... eso no está mal la verdad, jaja.
E.
Parace que he robado. Lo único que me gustó resultó no ser mío.
Según mi amiga bianca (y le creo, es más, ahora creo recordarlo) lo de sexolecto lo inventó ella.
Disculpas, Bian, el inconciente... vos sabés...
E.
No importa. Después te cobro el tema de la patente del término, pero no hay drama, jajaja.
ay a mi me excitó
no importa, bian y echu se están fusionando
es lo que presiento desde el escritorio de mi trabajo cuando no trabajo y les leo los bloges..pero fija k si, si no, los obligo
Con o sin sexolecto, el texto es sexopático y me encanta.
¿Cómo hacer coas con palabras?
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