lunes, 20 de febrero de 2006

Fiebre

No me contagié de nadie, no era mi intención... tampoco lo había planeado... surgió, digamos. Quise tener una lectura amena después de 1984 y El pintor, el general y la dama y otros tal vez un poco más densos. Quería algo que se pudiera leer en la playa (suele molestarme el sol pegandome duro para leer, aunque a Pechi le haya dicho que me la bancaba) y que no fuera el acostumbrado libro de García Marquez que me llevo... ya no creo que me interesara ninguno de los no leidos. Y así fue... una noche de pelicula, Luli que quería verla para ver la que sigue y me encantó la pelicula y tuve nuevamente la sensación que tenía al leer el Señor de los anillos, esa fantasía épica, esos heroes en prosa, esa valentía, esas cosas, realmente, tan poco reales pero hermosas. Y dije Basta!, basta al naturalismo, a lo crudo, basta por unos días por lo menos, aunque me guste, basta, un poco de fantasía, un poco de Bien y Mal... diferenciado, claro, nítido (aunque ni en el libro sea tan diferenciado). Pedí prestado los 5 libros de Harry Potter, sí, los cinco primeros y debos decir... no puedo parar de leerlos.
Dice Borges en unas conferencias en Estados Unidos que él cree fervientemente que la literatura va a volver a lo épico, que él ve que la sociedad necesita lo épico (en un mundo en el que nunca está claro quien te caga y quien no y para qué lado tiran los tomates), reconstruir pautas y exaltar formas. Y aunque en este mundo el merchandising abunda y Harry Potter no podía dejar de ser un producto, esos libros crean un mundo tan mágico y a la vez tan siniestramente parecido al nuestro que no se puede pensar que es pura ficción pero ayuda a encontrar que al final de todo, siempre hay un poco de magia aun en los tiempos más crueles.
Tolkien fue un maestro, Rowling aprendió bastante bien.

Martín

La injusticia de aquella situación iba minándolo poco a poco y le daban ganas de gritar de rabia.

martes, 7 de febrero de 2006

Fantasías y aforismos

No quedan búsquedas sin el rocío de las piedras circundantes. Los fuegos inexpertamente alocados, hacen de mí, un lugar rebobinado. Maquiavélicos altares, sombras pantanosas... todo eso y más no queda. Es un sobrevuelo hacia la profundidad ardiente de los infinitos próceres del destino. ¿Dónde se encuentran? ¿existen?. Ya nadie puede contestarlo, y menos responderlo. Mas es posible que sobre un altiplano de dificultades, alguien logre conseguir las sobras del eco sonoro. Pero ¿Qué sonido duerme en el fondo de este abismo?, probablemente duerma sin descanso, y sobre ninguna pausa encontrará fragor. Sus pensamientos son retumbantes dentro de las posibilidades muertas. No tiene ni comienzo ni fin, por lo que ambos se complementan en un gran y hermoso punto de fuga. Es la línea incesante del tiempo, la cual no sabe recortarse en partes, para luego poder evitar la eternidad y encontrar su patrón de periodicidad. ¿Será temor, acaso, lo que sufre?. Es algo inaveriguable, insondable... Una verdad oculta en tantas mentiras relampagueantes. Irónico, como un gran nunatak de hielo escabulléndose entre las rocas. Ya llegó, y nadie lo puede perseguir, pero su codicia lo llevará a un final no tan calculado por esos tan favorables augurios que alguna vez pudo y supo interpretar. Se queda sin su dios, sin su Dios... solo en un mundo de barreras. Sólo en un mundo de barreras puede ocurrir tan grande crimen. Tan grande y tan perfecto, tan hermoso. Éstas son las delicias que mucha gente encontrará jamás, y muchos pocos saborearán en vano. No hay que juzgar al poder para encontrar esa puerta tan visible que te puede conducir a donde ni los pocos honores se pueden salvar. No hay que encontrar las razones, tal vez necias, de un poderío dogmático y razonable, para iluminarse con complejidades elementales. Si no hay espacio, el ser íntegro se expandirá, y así logrará apaciguar ese caos, esa entropía tan encontrada en cada rincón, en cada instante, en cada ínfima partícula...
¿Hay necesidad de tanto, acaso?. No, no es necesario. Pero aún así, inevitable. Y tan inevitable como impreciso. En su totalidad, muchos tratarán de comprenderlo, pero pocos invocarán su sentido, sea por uno u otro motivo de sabiduría o simple pasión, simple curiosidad, simple suerte. Valioso es saberlo, pero en vano es intentarlo. No aparece si se lo quiere, pero sangra repentinamente. Y sus efímeras gotas pueden controlar esta utopía idílica, con un pequeño esfuerzo, casi nulo, casi cero...
Contradicciones. Modestias. Ya nadie despierta, mas ya nadie duerme. Neutros, Inertes, logramos cumplir Su objetivo. Apagados, solventados, pudimos darles el don divino. Ya todo es absoluto, ya nada perdura en subjetividad. Ya no hay miradas, ya no quedan de esas tan expresivas, que alguna vez supieron mostrarnos el significado de estar, de ser, de vivir, de querer, de amar, de sonreír, de sentir. Ya no hay vuelta atrás... o tal vez sí.
Elefece y Martín (o Gastón y Ezequiel, todo depende)
Todo sea por no aburrirse en clase